Yo no rehuí la gran responsabilidad de hablar, porque alguien tiene que hacerlo y porque sentía que era una manera de devolver todo lo que yo recibí de Gonzalo Pérez. En primer lugar, creo que es importante recordar colectivamente aquellos que surcaron los caminos con su esfuerzo, con su sudor, con sus ganas, primero porque es un acto de justicia, pero no sólo por eso, pienso que también nosotros crecemos y nos automodelamos en ejemplos, y es una tarea que toda comunidad que quiere crecer, que quiere fortalecerse, que quiere brindar al resto de la sociedad sus aportes, me parece que se debe hacer con honestidad y con justicia. Esta reunión es, como hoy decía Enrique Cabaña, un encuentro, que también es un hallazgo, que nos encontremos juntos para recordar de dónde venimos, quienes y quien en particular jugó un rol tan decisivo, en un momento tan clave, y para proyectarnos también al futuro de nuestras actividades. Hoy mismo se han hecho una cantidad de contactos, como es en los encuentros de científicos, y por eso la importancia de recordar y proyectar. Yo ingresé al Instituto de Matemática y Estadística, como se llamaba en esa época, en 1982, hubo un llamado a docentes de catorce grados 1, era bastante raro, catorce grados 1, y hablé, recuerdo, con Ramón Méndez, que era Ayudante en aquel momento que me dijo, sí, sí, presentate, presentate. Yo era estudiante de 2º año de Facultad y la presentación era así: uno iba, se anotaba y no presentaba ningún currículum, y entonces del Instituto iban a la Bedelía, sacaban las notas y decidían quién entraba. En algún sentido el llamado ése no estaba viciado de preferencias, si yo hubiera estado, difícilmente hubiera entrado, no sé, pero marcaba un poco la pobreza de lo que era el Instituto en ese momento, imaginen, uno decía, yo quiero presentarme, qué tengo que presentar?, no, nada, nada, nosotros vamos a la Bedelía y vemos qué notas se sacó usted y con eso alcanza, y yo estaba en 2º. Pero, bueno, empecé a andar, obviamente no me arrepiento, el Instituto en esa época era casi una cueva, digamos, era un lugar oscuro donde pasaban pocas cosas y menos cosas académicas, se daban las clases.
Lo de "cueva" no es una evaluación sobre la gente que estaba alli, no es sobre el colectivo, sino sobre como se pensaba, y las tareas que se planteaban. Allí había, obviamente latentes, cenizas de una gran antorcha que había brillado, ardido, en años anteriores, que se notaba, porque habían libros, porque habían aparatos misteriosos, porque había placares que uno abría y tenían notas en distintos idiomas, la dictadura no pudo borrar totalmente del IME aquella luz, aquel ejemplo, aquella actividad que habían iniciado Laguardia y Massera, y algo quedaba. Es como cuando uno ve cenizas y no sabe si hay calor o no, y entonces tiene que acercar la mano, esas fueron las cenizas que Gonzalo, con la habilidad y el tacto, la calidad humana que tenía de universitario y de hombre, supo reavivar con el cuidado que no se apaguen, porque siempre es un riesgo, ustedes saben que allí hay un equilibrio difícil, que no sé si la matemática puede modelar, pero la experiencia dice que es difícil, y Gonzalo supo reavivar esa llama. Fíjense lo que era la paradoja, estaba lleno de cosas que yo creía que eran libros, ustedes se acuerdan, lo que trabajan en el IME, la colección de revistas encuadernadas, todas iguales, que estaban ahí, mudo testigo de una actividad anterior, que obviamente yo abría un poco a escondidas, para ver qué tenían, en el placard del baño estaban apilados, escondidos los libros en ruso de otra época, que yo también abría con una curiosidad infinita, que abría pero no los entendía, pero algo había ahí, y eran señales de que el IME no era ese lugar que habían querido que fuera y que por suerte revivió Gonzalo jugando ese rol tan importante. Quiero contar dos anécdotas de esa época, de cosas que yo escuché y participé, en un momento escuché al Director Interino en ese momento, en los años 83, 84, comentar que venía un tal profesor bbshshssIribarren, yo no entendí el nombre, no sabía cómo se llamaba, yo estaba escuchando una conversación colateral, además si uno se pone en la psicología de esa época, hablar con una persona en ese momento era arriesgado digamos (risas), no, no, no es risa, venía Taboada, abría la puerta y decía: yo le dije al Secretario Docente que no sé que, que no sé cuánto, a ver qué decíamos nosotros, como buscandonos la lengua, y nosotros lo mirábamos, estábamos con amigos como Omar Paganini, Gustava Balerio, y decíamos, este tipo ¿para qué está hablando?, qué está diciendo?, qué quiere que le digamos? ... Obviamente nosotros éramos jóvenes, pero teníamos alguna experiencia, sabíamos de qué se trataba el asunto (la dictadura y la eventual persecusion) y no le decíamos nada. Pero la entonación de esa persona era como si viniera, como si viniera al Instituto, digamos ... un premio Nobel, como para que ustedes se hagan una idea de la impresionante carga que tenía para la gente que estaba allí y que sabía lo que había sido el IME, esa generación de matemáticos a los cuales se los había echado, se los había puesto presos, se los había exilado. Y bueno, se hicieron gestiones me acuerdo, porque el problema era la firma de la fe democrática, para ser docente en aquella época, y creo que al final, no estoy seguro, Gonzalo no tuvo que firmar la fe democrática, él fue uno de los primeros docentes que entrado en ese período no la firmó.
Allí comenzó el camino, que se empezó a recorrer, que yo detallaba.
La otra anécdota tiene que ver con una cosa que se llamaba los "Consejos Interinos", o "Consejos paralelos" que se habían constituido al fin de la intervención. El consejo paralelo en la Facultad de Ingenieria estaba encabezado por Don Julio (Ricaldoni), y él se estaba pensando de la misma forma en que se estaba pensando en el IME, pensando en la reconstrucción de la Facultad de Ingeniería y comentaba que él había hablado con Gonzalo Pérez Iribarren, que Gonzalo había aceptado la responsabilidad de la Dirección, Don Julio había consultado con gente que había dado su acuerdo, como el Ing. Massera y allí se lo nombró director del IME, quiero decir, no era formal, porque era un Consejo paralelo que funcionaba en la Facultad, pero ya estaba claro eso que sus decisiones serian refrendadas por las primeras autoridades legitimas.
Gonzalo fue el primer universitario en acción que yo conocí, universitario en el sentido del término que le damos a esa palabra en nuestra Universidad de la República, y era obvio que era muy diferente a todas las personas que yo había conocido antes en la Facultad, con todas esas características de compromiso, de empuje, de ganas que Gonzalo puso en ese momento, que se respiraban, que se veían.
Las primeras medidas que tomó, que para nosotros eran sorprendentes: se llamó a becas para estudiantes, para estudiar matemática, se hicieron los llamados de grados 1 y 2 interinos, ahora sí con méritos, con antecedentes. Se encaró, como se dijo hoy, la tarea de reconstrucción bibliográfica a través del PEDECIBA, se instauró una nueva modalidad de trato y preocupación personal por todos y cada uno de los docentes del Instituto, que uno lo sentía, y en el área nuestra (la probabilidad y estadistica) Gonzalo tomó dos iniciativas muy importantes, dió los primeros cursos de Probabilidad, de Estadística y de Procesos Estocásticos y destinó un salón para los Seminarios, era el salón 107, creo que donde ahora se hacen fotocopias, un salón chiquito, que mostraba lo que, digamos, el IME no tenía el salón 003 en ese momento donde estaba Compras, alguno de ustedes se acuerda, y en ese salón comenzó a funcionar el Seminario de Probabilidad y Estadística que Gonzalo dirigía. Queda claro que Gonzalo hacía todo eso porque sentía que había que hacerlo, porque le tocaba en ese momento, porque fue uno de los primeros en volver y porque él lo sentía como su misión, su obligación, su tarea, y lo hacía de una manera fantástica por su entusiasmo. Recuerdo el tema del primer seminario, estudiamos el libro de Feller, las funciones infinitamente divisibles, él nos contó: "sí, sí, yo consulté a un matemático de apellido bbbssshhhh sobre la conveniencia de esta bibliografia" y a mí se me perdió el apellido raro, que no retuve en ese momento: había consultado a Mario Wschebor que estaba en Venezuela en ese momento, para planificar la actividad del Seminario. Entonces, Gonzalo asumía esas responsabilidades, pero tenía muy claro cómo se iba a tejer el futuro del Instituto, con quiénes, y estaba claro que ésa era la dirección que había que seguir.
Voy a contar dos anécdotas mas, la primera que a mí me marcó mucho, estábamos estudiando estimación de densidades o algo así, y aparecían unos núcleos de Epanechnikov, que los expertos, - y hoy tuvimos una charla de una experta en el tema - conocen, Gonzalo creía que había un error en el artículo y obviamente con su entusiasmo nos convenció a todos de que había un error en el artículo, era la primer vez que yo enfrentaba críticamente algo que estaba en algún libro, porque antes nadie se cuestionaba, y lo peleó, lo peleó y yo pensaba, me obsesioné con eso, como se obsesionan los matemáticos con los problemas, después resultó que estaba bien el articulo: el problema que Espanechnikov planteaba, que eran unas condiciones para que el compromiso entre las velocidades de estimación de densidades fuera la óptima, y la solución que él daba era que la que tenía el mínimo era positiva, había otras soluciones (que habia encontrado Gonzalo) que no eran positivas y entonces no estaba mal lo que estaba escrito. Pero el planteárse la duda, para mí fue una gran enseñanza, que es un ejemplo de toda la gran enseñanza, que muestra la gran difusión y actividad que Gonzalo Pérez hizo para nosotros. Otro tema que ya es más anecdótico, cuando Tom Casella trajo el problema de las puertas al Centro de Matemática, ustedes conocen ese problema: ustedes tienen tres puertas en un programa de television, una de las cuales tiene un premio. Eligen una, el conductor les abre una no premiada, y la preguna es si conviene cambiar o no. Y nos matamos con las probabilidades condicionales, y Gonzalo estuvo mucho tiempo peleando y discutiendo con esa sinceridad además que tenía de decir lo que pensaba, de decir cómo lo pensaba, que tan bien nos hacía y que tanto tenemos que imitar.
Yo no quiero terminar sin decir algunas cosas más, yo creo que Gonzalo era una persona distinguida, destacada, diferente, todos somos diferentes, pero él era como extremal en algunas características que, en mi visión eran, su generosidad en un sentido amplio de esa palabra, generosidad individual en el trato con sus colegas, y para toda la humanidad, diría yo, era extremadamente honesto, tenía una cultura que a los jóvenes, yo no diría que nos sorprendía, sino que nos apabullaba, una persona que sabía el origen de las palabras, que había estudiado latín, pero él se encargaba de no alejarnos si no de acercarnos, era extremadamente tenaz y tenía como un halo de energía, de don, una cosa muy especial, muy querida, muy querible, que a la oscuridad que yo viví en el Instituto, le impregnó, no sólo él, pero fundamentalmente él, un espacio. Yo lo recuerdo como un espacio de luz. Si ustedes recuerdan la foto que está Gonzalo con Mariel (Etchemendy, secretaria del IME en aquel entonces), que está por allí, que está en internet, esa foto resume un poco el entusiasmo, las ganas de proyección al futuro que Gonzalo nos dió a todos. Es difícil abarcar en unos breves minutos sus inquietudes, toda su personalidad que fuimos nosotros descubriendo gradualmente, con visitas a la casa, la pintura, la literatura, la poesía, siempre decía y yo me sorprendía, que el año sabático él quería dedicarse a pintar y a hacer una exposición de cuadros, eran esas cosas que uno no entendía, porque claro, uno no sabía qué había dentro, en lo profundo de esa persona, y uno veía sólo algunas facetas en las cuales, igual, él era contundente y fantástico. El viaje que yo hice a la Unión Soviética a Gonzalo lo entusiasmó mucho, ahora, recordando y entendiendo el viaje que él hizo, en las analogías que había entre esas dos experiencias, entiendo su entusiasmo, su paralelismo entre su vocación religiosa y su búsqueda y la mía, digamos que me llevó a latitudes tan extremas.
Bueno, yo quise evocar a Gonzalo lo más fielmente posible, con toda la pobreza que tienen las palabras para evocar algo tan querido, que nos es tan propio, a quien debemos tanto y por quien nos mantenemos. Y para terminar con una breve anécdota. A mí me gustaría poder imitar cómo hablaba Gonzalo pero no, no puedo. Gonzalo nos contaba: "yo conozco un muchacho, es novio de una sobrina que yo tengo, pero yo no sé si son novios (risas) ... y yo creo que sí, que va a estudiar matemática, porque él estudia química ahora, pero, bueno, ese muchacho que Gonzalo conocía, no sé si ustedes habrán adivinado, es nuestro amigo Gonzalo Perera, a quien le cedo la palabra.
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